It was the summer of 2011, when I returned to this beautiful Central American country with my son Pablo. I had fallen in love with Nicaragua in the summer of 2010 when I had decided to embark on a hitchhiking trip from Panama City to Houston Texas, a trip that took two months to complete.
Enjoying a vigoron, a traditional dish from Nicaragua
When I briefly visited Nicaragua, I had the opportunity to talk to many local people, visit some rural schools alongside the main Highway that takes crosses the country from north to south towards Costa Rica. I also had the opportunity to try their delicious food, but most importantly, I sensed something unique in the people of that country. It must have been their smiles and how open hearted they had been to me, even though their fragile economy. These people had welcomed me, a complete stranger into their homes and had shared the little food they had with me. I had felt at home from day one.
Hitching a ride on a horseback cart in rural Nicaragua
I had stayed in that beautiful country for a few days, particularly in the city of Granada and its surrounding areas, a city with plenty of history and which until today reflects the Colonial days and how strong the presence of the Spanish had been there. I left the country with the promise that I would return to visit and perhaps be able to help a few rural schools I had visited during my stay.
Pablo showing his skills at the board in the main plaza of Granada, Nicaragua
A full year passed and I had the opportunity to return to Nicaragua the following summer with my son Pablo, then 8 years old. I wanted him to experience what I had experienced and be able to get a sense of understanding how life was for some children who where not fortunate as him to have all the things he had, which many times he had taken for granted. I had learned many things about life from traveling since around his age and wanted him to do the same.
Homemade Gallo Pinto for breakfast at a local home near the schools
We arrived in Nicaragua on early July, 2011 and after preparing some donations we had gathered during the previous year, along with friend volunteers that had traveled with us, we visited the rural schools. At seeing us there, the almost 700 students of the 5 rural schools were very happy to learn that foreign visitors where there to spend some time with them.
Leaving his mark on the painted toilets of a rural school
Activities with the students
For my son had been a great experience to share part of his summer with so many children of his age, as well as many others older and younger than him. We distributed as best as we could the donation we had collected and within two weeks, also painted inside and out one of the rural schools, played games with the children and taught them basic English. My son had a great experience as he worked along with everyone else to make the school look as beautiful as possible and hand out pencils and notebooks to the children.
Kindergarten student with new pencils and notebook
In the afternoons, after our work was done, we would retire to the city of Granada about 20 kilometers from the location of the rural schools. There we enjoyed dinner and strolling through the town square and through Calle La Calzada, which every evening would fill with tourists and people selling handmade souvenirs.
At El mirador de catarina
On the weekend we also visited the Volcan Mombacho, a guided tour that took us up the inactive volcano on a huge military grade diesel truck and at the middle of the ride, stoped at the Cafe Flores plantation for all to try samples of their freshly roasted coffees with a great scenery overviewing the plantation and beyond lands. Once arriving at the top of the volcano, we had gone for a walk on the trails which at the end surprised us with a magnificent view of the Lago Cocibolca. We also had the opportunity to visit the Mirador de Catarina with its amazing view of the Laguna de Apoyo and a visit to the local market full of trinkets to buy at very reasonable prices.
Riding on top of a van at Ometepe Island
After our work at the schools, we had left bound to Ometepe Island by Ferry to spend a few days relaxing by the beach, hiking up Volcan Maderas before we returned home. The days spend in Nicaragua with my son Pablo were without a doubt an experience that until today he still remembers and that perhaps he will treasure for the rest of his life.
Viajando por Nicaragua con un niño
Fue en el verano de 2011, cuando regresé a este hermoso país de América Central con mi hijo Pablo. Me enamoré de Nicaragua en el verano de 2010 cuando decidí embarcarme en un autoestop desde la ciudad de Panamá a Houston, Texas, un viaje que me tomo dos meses en completarlo.
En aquella oportunidad, cuando visité Nicaragua brevemente, tuve la oportunidad de hablar con la gente, visitar algunas escuelas locales junto a la carretera principal, probar su deliciosa comida, pero lo más importante, sentí algo único en la gente de ese país . Debieron haber sido sus sonrisas y lo amistosos que habían sido conmigo, a pesar de su frágil economía. Estas personas me habían recibido abiertamente, yo era un desconocido que habian invitado a sus hogares y habían compartido su poca comida que tenían conmigo. Me había sentido como en casa desde el primer día.
Me había quedado en ese hermoso país por unos cuantos días, particularmente en la ciudad de Granada, una ciudad con mucha historia y que hasta hoy en sus calles refleja los días coloniales y cuán fuerte había sido la presencia de los españoles en aquel lugar. Salí del país con la promesa de que volvería a visitarlo y tal vez podría ayudar algunas escuelas rurales que había visitado durante mi estancia.
Pasó un año completo y tuve la oportunidad de regresar a Nicaragua el verano siguiente con mi hijo Pablo, que entonces tenía 8 años. Quería que él viviera lo que yo había vivido alli y que lograra entender cómo era la vida para algunos niños que no eran tan afortunados de tener todas las cosas que el tenía. Desde que tenía su edad, había aprendido muchas cosas sobre la vida por medio de los viajes con mis padres y quería que él viviera lo mismo.
Llegamos a Nicaragua a principios de julio de 2011 y después de preparar algunas donaciones que habíamos reunido durante el año anterior, junto con amigos voluntarios que habían viajado con nosotros, visitamos las escuelas rurales. Al vernos allí, los casi 700 estudiantes de las 5 escuelas rurales estaban muy felices al saber que visitantes extranjeros estaban allí para pasar un tiempo con ellos.
Para mi hijo había sido una gran experiencia compartir parte de su verano con tantos niños de su edad, así como con muchos otros mayores y tambien más jóvenes que él. Distribuimos lo mejor que pudimos las donaciónes que teniamos y dentro de dos semanas, también pintamos por dentro y por fuera una de las escuelas rurales, tambien jugamos con los niños y les enseñamos inglés básico. Mi hijo tuvo una gran experiencia al trabajar junto con todos los demás para que la escuela se viera lo más bella posible y al igual repartir lápices y cuadernos a los niños.
Por las tardes, después de terminar nuestro trabajo en la escuela rural, nos retiramos a la ciudad de Granada a unos 20 kilómetros desde las escuelas rurales. Allí cenamos y paseabamos por la plaza del pueblo y por la calle La Calzada, que se siempre se llenaba de turistas y personas vendiendo recuerdos hechos a mano.
El fin de semana visitamos el Volcán Mombacho, una visita guiada por el volcán inactivo en un enorme camión diesel estilo militar y en el medio del recorrido se detiene en la plantación de Café Flores para que todos prueben muestras de sus cafés con un un gran vista. Una vez que llegamos a la cima del volcán, fuimos a caminar por los senderos que al final nos sorprendieron con una gran vista del Lago Cocibolca. También tuvimos la oportunidad de visitar el Mirador de Catarina con su increíble vista de la Laguna de Apoyo y una visita al mercado local lleno de baratijas para comprar a precios muy razonables.
Después de nuestro trabajo en las escuelas por lo que fueron unas dos semanas, nos retiramos a la Isla de Ometepe en un Ferry para pasar unos días relajándonos en la playa y yendo de excursión al Volcán Maderas antes de regresar a casa. Los días que pasamos en Nicaragua fueron una experiencia que mi hijo todavía recuerda y que quizás atesorará por el resto de su vida.