The first time I went backpacking was in the year 1997 in my native country Chile. My friend Jose (Pancho) and I had set off on a month-long journey from central Chile to the south of the country. Then, I was a young and naive guy hungry for a new experience and above all, a great fan of cheap travel. Of course, I did not make much money then, so there was no other way. The journey had not only been cheap but also very rewarding after meeting new people; even in my own country, who had their own traditions, cultures, and foods that were new to me. From that point on, the idea of traveling for me would be much different. Backpacking for the first time they had opened a new world for me.
Many years later, after divorce somewhere in mid-2008, life had changed dramatically and with all the ups and downs, my mind was again set on a backpacking trip. I had to leave for a while from Houston, Texas the city in which I lived and worked at the time.
The monotony of work and life had taken a toll on me and as a teacher, the summer of the year 2010 looked like the perfect time to get away and breath new airs, meet new people, cultures and change the scenery at least for a while. With months of research, as I had done it years earlier the best idea was to take a long backpacking trip somewhere far and different.
I had thought about Europe, but that soon was out of the plan due to the high cost. Then Africa and even Asia crossed my mind, but I soon realized that the best choice was to visit the countries I had never been to in the American continent. There were many countries close to me that I had yet not visited.
Every day in my Spanish for Native Speakers class I had students from El Salvador, Honduras, Guatemala, and Mexico; countries of which I knew little about, besides from what I had read about and whatever the news would report about them, which usually was crime and violence.
After talking and asking questions to some of my freshly arrived Central American students about their countries, their culture, food, and anything I could think of, I had quickly been invited to a completely different world. Some of those kids at a young age had experienced things unimaginable for many. Some of them had even cried and opened up telling me about the stories of their journeys traveling through Central America to the United States and their journey on the Tren de la Muerte (Train of death) through the length of Mexico. Listening to some of them and their stories had made me feel like an ungrateful person for what I had in my life.
Soon after the many conversations with my young students, It had crossed through my mind to take the train of death in southern Mexico and make the journey through the country up north and perhaps write a book or create a short documentary about my experience. Reality had quickly set in when I had measured the many risks I would be faced with along the journey. My two kids were quite young at the time and it would have been very irresponsible of my part to embark on such a journey.
The plan for the backpacking trip had been finalized in early 2010. I would buy a one-way ticket to Panama City, Panama and from there I would make my way to the United States only by road. On my journey, I would cross through Panama, Costa Rica, Nicaragua, Honduras, El Salvador, Guatemala, Belize, and Mexico to finally arrive in Houston, Texas. I felt it was my duty to not rely on the news or books to learn what life what like in those countries. In my mind, it felt that such a journey would not only educate me about Latin American people like me but as well it would be a good way to connect with my students in my classroom. somehow it felt that it was my duty as a Spanish teacher was to visit as many Spanish-speaking countries as possible.
I flew to Panama City in early June 2010 and from there I began making my way north. Covering all seven Central American countries in only six weeks was a huge task, but the plans were focused on a few places of interest in each country.
Throughout the journey, I was able to talk to many people, learn their culture, taste their food and even visit a few schools in rural Nicaragua, El Salvador, and Honduras to donate some notebooks and pencils; an initiative that later served for the beginning and work of a non-profit organization that was able to help and provide hope in the hearts of many children for the following 5 years.
I can honestly say that this backpacking trip, even though short for the distance covered was able to make me a better person and to understand so many things about the many people I talked to on a daily basis while living in the United States and even to this day. Without a doubt, traveling it’s the best school of life.
Viajando de Mochilero por América Central y México
La primera vez que viaje de mochilero fue en el año 1997 en mi país natal, Chile. Mi amigo José (Pancho) y yo emprendimos un viaje de un mes desde el centro de Chile al sur del país. Entonces, era joven e ingenuo, hambriento por nuevas experiencias y, sobre todo, un gran fanático de los viajes baratos. Por supuesto que no ganaba mucho dinero entonces, así que no había otra manera. El viaje no solo había sido barato sino también muy gratificante después de conocer gente y lugares nuevos. Incluso en mi propio país, había muchas personas con sus propias tradiciones, culturas y alimentos que eran nuevos para mí. A partir de ese momento, la forma de viajar para mí sería muy diferente. Viajar de mochilero por primera vez me había abierto a un nuevo mundo.
Muchos años más tarde, después de divorciarme a mediados de 2008, la vida había cambiado drásticamente y con todos los altibajos de tales cambios, me había propuesto un viaje de mochilero. Tenía que irme por un tiempo de Houston, Texas, la ciudad en la que vivía y trabajaba en ese momento.
La monotonía del trabajo y la vida parecían consumirme y, como profesor, el siguiente verano del año 2010 parecía ser el momento perfecto para escapar y respirar nuevos aires, conocer nuevas personas, culturas y cambiar el escenario al menos por un tiempo. Con meses de investigación, como lo había hecho años antes, la mejor idea era hacer un viaje largo solo con mi mochila hacia algún lugar lejano y diferente.
Primeramente, había pensado en Europa, pero pronto la idea quedó fuera del plan debido al alto costo. Entonces África e incluso Asia cruzaron mi mente, pero me di cuenta de que la mejor opción era visitar los países que nunca había estado en el continente americano. Había muchos países cerca de mí que aún me faltaban por conocer.
Todos los días en mi clase de español para hablantes nativos tenia estudiantes de El Salvador, Honduras, Guatemala y México; países de los que sabía poco, además de lo que había leído y de lo que las noticias informaban sobre ellos, que generalmente era crimen y violencia.
Después de hablar y hacer preguntas a algunos de mis estudiantes centroamericanos recién llegados sobre sus países, su cultura, su comida y muchas otras cosas, rápidamente me sumergí en un mundo completamente diferente. Algunos de esos niños a una edad temprana habían experimentado cosas inimaginables para muchos. Algunos de ellos incluso lloraron y comenzaron a hablarme sobre las historias de sus viajes por Centroamérica hacia los Estados Unidos y sus viajes en el Tren de la Muerte a lo largo de México. Escuchar a algunos de ellos y sus historias me había hecho sentir como una persona ingrata por lo que tenía en mi vida.
Poco después de las muchas conversaciones con mis estudiantes, se me cruzo por la mente tomar el tren de la muerte en el sur de México y hacer el viaje por el país hacia el norte junto a los emigrantes y tal vez escribir un libro o producir un breve documental sobre mi experiencia. La realidad de mi vida se había antepuesto rápidamente cuando medí los muchos riesgos que enfrentaría a lo largo del viaje. Mis dos hijos eran muy pequeños en ese momento y habría sido muy irresponsable de mi parte embarcarme en semejante viaje.
El plan para el viaje de mochilero había finalizado a principios del 2010. Compraría un boleto solo de ida a la ciudad de Panamá, Panamá, y desde allí me iría a Estados Unidos solo por carretera. En mi viaje, cruzaría Panamá, Costa Rica, Nicaragua, Honduras, El Salvador, Guatemala, y México para finalmente llegar a Houston, Texas. Sentí que era mi deber no confiar en las noticias o los libros para aprender cómo era la vida en esos países. En mi opinión, sentí que ese viaje no solo me educaría sobre los latinoamericanos como yo, sino que también sería una buena manera de conectarme con mis alumnos en mi salón de clases. Sentía que mi deber como profesor de español era visitar la mayor cantidad posible de países de habla hispana.
Volé a la ciudad de Panamá a principios de junio de 2010 y desde allí comencé a dirigirme hacia el norte. Cubrir seis países centroamericanos y México en solo seis semanas fue una tarea enorme, pero los planes se centraban en visitar solo algunos lugares de interés en cada país.
A lo largo del viaje, pude hablar con muchas personas, aprender de sus culturas, probar sus comidas e incluso visitar algunas escuelas en las zonas rurales de Nicaragua, El Salvador y Honduras donde doné algunos cuadernos y lápices; una iniciativa que más tarde sirvió para el inicio y el trabajo de una organización sin fines de lucro que pudo ayudar y brindar esperanza en los corazones de muchos niños durante los siguientes 5 años.
Honestamente puedo decir que este viaje de mochilero, aunque corto para la distancia recorrida, me convirtió en una mejor persona y me ayudo a comprender tantas cosas sobre las muchas personas con las que hablé a diario mientras vivía en los Estados Unidos e incluso muchos con los que he conocido hasta el día de hoy. Sin duda, viajar es la mejor escuela de la vida.